Un día de trabajo.

Camino. Ciego, torpe. Con los pies adormecidos por el cansancio del trabajo constante.
Busco. 
Mis manos se aferran a las paredes y en éstas encuentro un camino que me llama; que me arrastra y que implora mi presencia. Subo el primer escalón. Uno de los numerosos pasos que tendré que dar para llegar a mi destino.
Arrastro los pies como una sigilosa serpiente. Avanzo en zigzag por el cansancio.
Entonces, tras pensar que jamás llegaría a mi lugar, encuentro la puerta. Abro.
Mi cama me espera, solitaria pero fresca. Siempre dispuesta para mí.
Entonces entro y me acuesto, sin desvestirme y sólo acompañado por la fatiga de un día más de trabajo.

L. S. Siel


Un pequeño relato que se me ocurrió.mientras preparo unos cuentos.  Espero  haya sido de su agrado. Es sólo una disparatada más.


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