Vaguedades
Resulta más complejo de lo que jamás pensé: sentarse detrás
de un escritorio frente a una página en blanco. Y esto no se trata del ya
sabido temor a la página en blanco.
Para mí se trata de algo más complicado: la naturaleza del pensamiento. El
entretejido que tenemos en la cabeza (por el cual hacemos conexiones y asociaciones
a ideas) recurrentemente se me escapa; y el hilo por el que debería asir las
ideas, se refugia en el entramado. Así, verter un océano de ideas me resulta complicado;
ya ni hablar de organizarlas o darles una estructura. Pero, al final de cuentas,
eso es parte del oficio.
Existe
la idea de que un escritor sólo se sienta detrás de la computadora y vacía lo
que la mente le diga, y que sólo porque es escritor el resultado tendrá sentido.
Escribir no es muy diferente a realizar un programa de computación: estableces
un algoritmo, planteas las variables y las ecuaciones en la que habrán de
intervenir, arrojas resultados (a veces sólo uno), y con cada cuento encuentras
un lenguaje distinto. Escribir es una profesión, no muy distinta a cualquier otra.
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